Ahora bien, a pesar de la complejidad de esta estructura histórica, son muchas las veces que creemos, sencillamente, que está compuesta por edificios o sitios urbanos que encierran algún sentido especial para la población, o simplemente porque son muy antiguos. Pero no es así, la estructura histórica de la ciudad va mucho más allá de un edificio o de un lugar, y de la antigüedad que posea. En Allen existen varios trabajos de relevamiento y registro de costumbres, historias, poesías, edificios y sitios, que conforman esta estructura histórica. En las escuelas, en planillas confeccionadas por docentes en cursos de perfeccionamiento, en el Archivo Municipal, en libros, apuntes, artículos periodísticos y literarios, versos y canciones, y por sobre todo en la memoria colectiva de la población.
Mi intensión no es la de reproducir un largo listado de todos y cada uno de los elementos que conforman la estructura histórica de Allen, sino la de poder convocar a una reflexión que nos permita tomar conciencia de que cotidianamente y entre todos construimos nuestra estructura urbana histórica, a veces sin saberlo, y otras sin quererlo. A la ciudad le pasa lo mismo que a los seres humanos, y es entonces que como entes dinámicos saltamos de la euforia y la alegría optimista por la vida, a negarnos a nosotros mismos, sin querer ver nuestro interior, despreciando nuestros ancestros, y que por eso, para no ver nuestra historia, en vez de consolidarla, la destruimos. En algunas ocasiones la vamos derrumbando lentamente con la desidia y la apatía de muchos, mientras que en otros momentos nos castigamos con el latigazo hábil, voraz y letal de unos pocos que superponen sus intereses propios a los intereses comunes a todos.
En definitiva, grande es la incidencia que tiene toda la población sobre nuestra ciudad al darle una forma específica al cómo somos todos y cada uno de nosotros. Por ejemplo, deberíamos ser concientes que estamos definiendo a nuestra ciudad cada vez que usamos los espacios públicos y los privados, a veces sin dudar en destruirlos, pero en otras resguardándolos como nuestra heredad más trascendental. Definimos la ciudad al organizar nuestras actividades, al movernos por sus calles urbanas o rurales, con las actitudes que adoptamos, con nuestra música y sus silencios, con cada manifestación cultural que somos capaces de expresar, con la solidaridad que traspasa la puerta de nuestras casas.
En esta lucha de los allenses por construirnos, y hasta tanto no logremos un crecimiento reflexivo, equilibrado y continuo, vivimos momentos de euforia donde nuestra intervención en las acciones sociales desborda de voluntades abiertas y participativas, pasando luego a otros momentos donde nos asalta una desidia e indolencia que nos empuja a echar abajo mucho de lo construido, profesando un amor por lo propio y personal sobrevalorizado de tal forma que nos termina transformando en un pueblo socialmente egoísta y envidioso.
El resultado que arroja la construcción de esta estructura histórica de la ciudad, es la que permite definir nuestra identidad, nuestro espíritu social, nuestra vocación por el tiempo y el espacio que ocupamos, posibilitando una intervención en el diseño de la ciudad sin agresiones, con la mejor calidad de vida posible, en armonía, y resaltando todo lo hermoso que somos como pueblo valletano, con un sosiego urbano deseado por muchas comunidades, con una gran capacidad de autoabastecernos, alejados, todavía, de la vorágine del consumismo que nos acecha, recordando siempre que cuando construimos nuestra ciudad, invisiblemente estamos construyéndonos a nosotros mismos, y que cuando nos construimos a nosotros mismos, también construimos la ciudad que habitamos.
Publicado en Diario Río Negro el 4 de Junio de 2010