38 AÑOS DE ARQUITECTURA, y algo más...



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Arq. Rubén Esteban Cabo



miércoles, 27 de octubre de 2010

La Argentina está de luto

El 27 de Octubre de 2010, en Argentina era un feriado muy especial. Ese día se realizaba el Censo Nacional, y mientras me preparaba, como la mayoría de la población, para recibir al censista y responder a todas sus preguntas, escuchaba por los medios de comunicación el anuncio de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner.
En forma casi inmediata la franja dirigencial, tanto oficialista como opositora, se expresaba sobre el tema destacando las características de este hombre de 60 años que había tenido una fuerte presencia en la lucha por sus ideas y forma de vida, y que más allá de compartirlas o no, merece el respeto que le es propio a todo ser humano.


Fue entonces que, ingenuamente, llegó a mi mente la imagen de Mariano Ferreyra, el hombre de 23 años que también había tenido una fuerte presencia en la lucha por sus ideas y forma de vida, y que más allá de compartirlas o no, también merece el respeto que le es propio a todo ser humano.

La gran diferencia entre ambos, más allá de los años vividos por cada uno y las distintas formas de sus ideales y de sus formas de luchar, es que mientras uno falleció por muerte natural el otro fue asesinado sin escrúpulos por un estado de violencia que nos lleva a estar de luto todos los días. Además, y a pesar de los días transcurridos, la franja dirigencial, tanto oficialista como opositora, no se expresó sobre el tema destacando las características de este hombre de 23 años y de su lucha cotidiana.

Con seguridad, Argentina está de luto por estas muertes, y por todas las que ocurren cotidianamente. Las banderas a media asta deberían permanecer por los 206 niños misioneros que murieron por desnutrición en lo que va del año; por cada vez que muere de hambre una criatura en cualquier rincón del país, por esa pena de muerte que reciben al nacer por el simple hecho de haber nacido. Las banderas a media asta deberían permanecer por cada muerte violenta que se produce envuelta por un manto de robos, secuestros, drogas, etc. Las banderas a media asta deberían permanecer por cada muerte que se produce por la burocracia estatal, la impunidad empresarial, la anomia social, la falta de solidaridad, o la corrupción popularizada en la que estamos inmersos, casi aceptándola como algo natural.

Cada vida humana vale, y todas por igual. Aunque alguien pueda sentirse poderoso, o capaz de vivir impunemente creyendo que se puede disponer de todo a gusto y placer; creyendo que se puede disponer del poder temporal prestado por la sociedad para dirigirla por un tiempo, ya sea en un club, en un gremio, en el gobierno; creyendo que la violencia y la fuerza nos brindan una protección imposible de ser vencida, a pesar de creer todo eso y mucho más, tenemos una vida que vale como todas. Y que como todas llegará a su fin, más allá de la cosmovisión que tengamos cada uno del mundo que culturalmente construimos.

Y mientras sentía que la Argentina está de luto, la censista golpeó a la puerta. Al finalizar la entrevista, le comentaba entre otras cosas que el próximo fin de semana iba a poder ver por televisión a mi equipo de futbol preferido, y engañándome en forma inconsciente agregué la palabra “gratis”, olvidando el trágico costo que pagamos.

Rubén Esteban Cabo
27 de Octubre de 2010



lunes, 11 de octubre de 2010

Sonetos de entrecasa...

La Seccional II del Colegio de Arquitectos de Río Negro organiza las "Primeras Jornadas de Arquitectura, Vivienda, y Medio Ambiente Sustentable" desde el 14 al 16 de octubre de 2010 en la ciudad de General Roca
El programa contempla la asistencia de los siguientes expositores:
  • Grupo EcoChubut Designe
  • Sra. Tania Tamara Lastra
  • Arq. Héctor Ockier
  • Ing. Laura Juarez
  • Ing. Abelardo Zilvestein
  • Arq. Liliana Barión
  • Arq. Gabriela Orlandi
Como una iniciativa más que interesante, el CARN invitó a quienes somos sus miembros a animarnos a exponer otros temas, más allá de
nuestras obras arquitectónicas.
Fue entonces que me animé, y envié cinco sonetos, que además de compartir con quienes concurran, también deseo compartir con cada uno de los lectores del blog.

Estos son sonetos que nacieron de diferente sentimientos, por diversos motivos... y les cuento que el más antiguo data del año 1968, abordando la alegría por descubrir el amor y la tristeza al descubrir su pérdida...

Es un deseo que disfruten al compartirlos.
Para leerlos con más facilidad, hacé clic sobre cada uno de ellos, y luego regresa al blog.
Desde ya que sería hermoso contar con tus comentarios, mensajes, o lo que sientas. Si tenés inconveniente para publicarlo, con mucho agrado lo espero en mi correo electrónico y me encargo de publicarlo.



martes, 8 de junio de 2010

La ciudad, su historia, y nosotros

Todas las ciudades tienen una estructura histórica, y Allen no es la excepción. Resulta interesante saber que esa estructura interna parte de los aspectos fundacionales, contemplando la época de constitución del lugar, del cómo se produjo su evolución a lo largo del tiempo y en sus diferentes espacios, de cuáles son las huellas que quedaron de los diferentes períodos y en cada intervención de sus habitantes, del cómo fue la consolidación de sus continuidades urbanas y arquitectónicas, las de sus servicios públicos y las de su equipamiento urbano. También forma parte de esta estructura histórica el registro de imágenes de la ciudad, del barrio, de la chacra, el registro de paisajes, historias, costumbres, leyendas, etc. debiendo recordar que otros aspectos a tener en cuenta son la música que caracteriza a la ciudad, su literatura, su teatro, sus actividades deportivas, tanto comunitarias, populares o de élite.

Ahora bien, a pesar de la complejidad de esta estructura histórica, son muchas las veces que creemos, sencillamente, que está compuesta por edificios o sitios urbanos que encierran algún sentido especial para la población, o simplemente porque son muy antiguos. Pero no es así, la estructura histórica de la ciudad va mucho más allá de un edificio o de un lugar, y de la antigüedad que posea. En Allen existen varios trabajos de relevamiento y registro de costumbres, historias, poesías, edificios y sitios, que conforman esta estructura histórica. En las escuelas, en planillas confeccionadas por docentes en cursos de perfeccionamiento, en el Archivo Municipal, en libros, apuntes, artículos periodísticos y literarios, versos y canciones, y por sobre todo en la memoria colectiva de la población.

Mi intensión no es la de reproducir un largo listado de todos y cada uno de los elementos que conforman la estructura histórica de Allen, sino la de poder convocar a una reflexión que nos permita tomar conciencia de que cotidianamente y entre todos construimos nuestra estructura urbana histórica, a veces sin saberlo, y otras sin quererlo. A la ciudad le pasa lo mismo que a los seres humanos, y es entonces que como entes dinámicos saltamos de la euforia y la alegría optimista por la vida, a negarnos a nosotros mismos, sin querer ver nuestro interior, despreciando nuestros ancestros, y que por eso, para no ver nuestra historia, en vez de consolidarla, la destruimos. En algunas ocasiones la vamos derrumbando lentamente con la desidia y la apatía de muchos, mientras que en otros momentos nos castigamos con el latigazo hábil, voraz y letal de unos pocos que superponen sus intereses propios a los intereses comunes a todos.

En definitiva, grande es la incidencia que tiene toda la población sobre nuestra ciudad al darle una forma específica al cómo somos todos y cada uno de nosotros. Por ejemplo, deberíamos ser concientes que estamos definiendo a nuestra ciudad cada vez que usamos los espacios públicos y los privados, a veces sin dudar en destruirlos, pero en otras resguardándolos como nuestra heredad más trascendental. Definimos la ciudad al organizar nuestras actividades, al movernos por sus calles urbanas o rurales, con las actitudes que adoptamos, con nuestra música y sus silencios, con cada manifestación cultural que somos capaces de expresar, con la solidaridad que traspasa la puerta de nuestras casas.

En esta lucha de los allenses por construirnos, y hasta tanto no logremos un crecimiento reflexivo, equilibrado y continuo, vivimos momentos de euforia donde nuestra intervención en las acciones sociales desborda de voluntades abiertas y participativas, pasando luego a otros momentos donde nos asalta una desidia e indolencia que nos empuja a echar abajo mucho de lo construido, profesando un amor por lo propio y personal sobrevalorizado de tal forma que nos termina transformando en un pueblo socialmente egoísta y envidioso.

El resultado que arroja la construcción de esta estructura histórica de la ciudad, es la que permite definir nuestra identidad, nuestro espíritu social, nuestra vocación por el tiempo y el espacio que ocupamos, posibilitando una intervención en el diseño de la ciudad sin agresiones, con la mejor calidad de vida posible, en armonía, y resaltando todo lo hermoso que somos como pueblo valletano, con un sosiego urbano deseado por muchas comunidades, con una gran capacidad de autoabastecernos, alejados, todavía, de la vorágine del consumismo que nos acecha, recordando siempre que cuando construimos nuestra ciudad, invisiblemente estamos construyéndonos a nosotros mismos, y que cuando nos construimos a nosotros mismos, también construimos la ciudad que habitamos.





Publicado en Diario Río Negro el 4 de Junio de 2010

miércoles, 28 de abril de 2010

Modelos de crecimiento

Al compartir algunos criterios de la Profesora en Filosofía Telma Barreiro, es que me planteo que si bien en numerosas oportunidades se escucha hablar sobre sociedades desarrolladas, subdesarrolladas, o en vías de desarrollo, son muy pocas las veces que escuchamos conceptos sobre el desarrollo o el crecimiento humano.
Es común observar que el eje principal de los proyectos de vida en nuestras comunidades pasa principalmente por el intento de lograr un crecimiento económico acompañado, generalmente, por la búsqueda de un crecimiento tecnológico. Este crecimiento va dese la “posesión y manejo” de un teléfono celular, un MP4, equipos de audio, videos, hasta el de las computadoras más sofisticadas, ya sean para “jueguitos” como para la producción robótica virtual o mecánica en la automatización de la industria, la medicina, etc.

Dos razones irracionales y un modelo discordante
Hacernos considerar que el desarrollo económico y tecnológico de una sociedad gesta el desarrollo humano de sus miembros es una de las razones que atraen nuestra atención, de tal forma, que la adoptamos naturalmente como una condición necesaria y suficiente para que el ser humano “crezca”, resultando como lógica consecuencia tomar a las personas como instrumentos, muy complejos, pero instrumentos al fin.

La otra razón que muchas veces nos impide profundizar sobre el crecimiento humano es la que nos lleva a suponer que nuestra cultura ha logrado el mayor grado de desarrollo posible, y que formamos parte de una “civilización” desde donde podemos observar y distinguir al resto de los seres humanos que no forman parte de ella como si fueran de una categoría que está por debajo de la que sentimos estar.

A partir de estas nociones es que se propaga dentro de nuestra sociedad la existencia de un arquetipo de mujer y de hombre adulto “normal” o “maduro” que es regido desde la ausencia de políticas de estado nacionales, consolidada -dicha ausencia- por el modelo que ejerce su supremacía por sobre el resto, y que la concreta a partir de la existencia de una “no política” de estado, de tal forma que nos incorpora, y nos da respuesta a las necesidades económicas e institucionales del actual modelo de sociedad que conformamos, logrando que normalmente no discutamos dicho modelo.
Por otro lado, este prototipo al que somos llevados a ser, es lo necesariamente pobre como para no permitir el desarrollo de nuestras potencialidades humanas en relación con todo lo superior a nosotros mismos, todo lo que está fuera de cada uno de nosotros, y todo lo que está dentro de nosotros. Como consecuencia directa, no se nos ocurre pensar que otro modelo es posible.

Quienes orillamos las seis décadas de vida podemos recordar cómo en nuestra adolescencia y juventud vivíamos profundos cuestionamientos al modelo que se nos implantaba como algo natural. Muchas veces, sin llegar a comprender profundamente lo que acontecía, nos fuimos encontrando ante el nacimiento del movimiento hippie como una acción contracultural al sistema hegemónico reinante, o cuando a fines de la década del ’60 el mundo era escenario del “Mayo Francés”, donde obreros y estudiantes gestaron cambios que se expandieron a muchos otros países del mundo. También, en esa época, en nuestro país se desarrollaba un importante movimiento de protesta que recordamos como “El Cordobazo” y que aceleró la caída del entonces gobierno de facto autodenominado “Revolución Argentina”. En nuestra región, también fuimos actores de masivas protestas sociales que quedaron históricamente registradas como “El Cipollettazo” en la ciudad de Cipolletti, y un poco más tarde “El Rocazo” en General Roca. Más cerca en el tiempo, podría interpretarse como un intento de movilización sociocultural canalizado desde el Estado la realización del Congreso Pedagógico Nacional durante el gobierno de Ricardo Alfonsín.

Actualmente, cuando observamos las protestas populares que se producen en diferentes lugares del territorio nacional, en su mayoría se remiten al reclamo por un mejor crecimiento económico y no por un mejor crecimiento humano. Podemos recordar el “cacerolazo” producido a fines del 2001, o las movilizaciones surgidas a partir del conflicto entre el gobierno nacional y el sector agropecuario, y que explotara con el aumento de las retenciones. Por otro lado, es un hecho cotidiano vivir cortes de calles o rutas exigiendo una reivindicación de mejoras salariales, o la exigencia de un aumento de los planes trabajar.

Crecimiento primario y crecimiento de maduración
En este contexto, el análisis sobre la existencia de una “no política” de estado referida al crecimiento humano puede observarse más claramente, y así vislumbrar a qué intereses responde. Los líderes sociales y los propios educadores de la sociedad, inmersos dentro del escenario social al que pertenecen, en su gran mayoría pierden coherencia con las acciones resultantes a lo largo de la educación brindada y de la formación que entregan al conjunto de la sociedad. Considerando la existencia de por lo menos dos diferentes tipos de crecimiento, el primario y el de maduración, se puede analizar cómo el modelo hegemónico se realimenta por medio de un desarrollo humano a partir de la tipología del crecimiento primario, y desvaloriza al crecimiento de maduración.

Al crecimiento primario se lo identifica como al proceso de crecimiento que se produce durante la lactancia, la infancia y la adolescencia, preparando al ser humano para su adultez. Este crecimiento es el que constituye una exigencia biológica, y determina la finalización del crecimiento de cada ser humano, dándole características al proceso con una etapa de crecimiento (niñez, adolescencia), otra llamada de estancamiento o permanencia (adultez), y una final de decadencia (vejez, ancianidad).
Por otro lado, se puede reflexionar que, además del crecimiento primario existe potencialmente otra posibilidad de crecimiento no definida por las exigencias biológicas ni por los cambios substanciales en el cuerpo, donde el aprendizaje es mas lento, menos espectacular, respondiendo a una potencia psíquica del hombre, inmerso en su medio, y sin reconocer un límite en la edad del sujeto para su desarrollo. Esta concepción es la que se identifica con la designación de crecimiento de maduración.

Una nueva intersubjetividad
A modo de síntesis elemental, el crecimiento primario puede emparentarse directamente con una acción teleológica instrumental, donde el sistema dominante establece una inversión instructiva en la etapa de crecimiento (niñez y adolescencia), para obtener su retribución durante el transcurrir de la etapa identificada como permanencia, estancamiento o meseta (adultez) y descartar todo tipo de interés en la etapa de decadencia (vejez y ancianidad) hasta que se produzca la muerte. En todas estas etapas, el fin justifica los medios y la relación del hombre con su mundo objetivo, encontrándose cada vez más mediado por la técnica. Seguramente, comprendiendo esta visión, se pueden encontrar respuestas al por qué después de cierta edad es casi imposible conseguir trabajo remunerado, o poder volcar las diferentes experiencias de vida para que socialmente no se reiteren los mismos errores, o tratar de aumentar los niveles de educación más allá de los necesarios para alimentar al modelo externalista predominante.

En lo referido al crecimiento de maduración, la concepción es totalmente opuesta. Si bien existe el crecimiento primario, al considerar un permanente crecimiento en el ser humano hasta su muerte la relación del hombre con su mundo objetivo cambia totalmente. El reconocimiento por el saber de los mayores lleva a una relación de respeto, donde el ser humano no es cosificado, y por ende, tampoco es desvalorizado. La relación entre los hombres define la búsqueda del acuerdo que permita su desarrollo humano. Este tipo de crecimiento admite un acuerdo libre de coacciones, coordinando planes de acción, y otorgando una verdadera legitimidad de origen y de fines basada en acuerdos sociales y en políticas de consenso, respectivamente. En este caso estamos frente a una potencial teoría generativa que posibilita darle forma real a las características enunciadas aunque a simple vista parezcan utópicas.

Por último, es posible afirmar que en este punto nos encontramos a una distancia muy próxima para incorporar los pensamientos que hacen al nacimiento de una contra-hegemonía, conformando un sistema con nuevas relaciones sociales, nuevas relaciones políticas, y una intersubjetividad como producto social inherente de la cultura humana, en conversación directa con toda la sociedad, y otorgando al ser humano un nuevo potencial poder popular.

Rubén Esteban Cabo / Arquitecto
Publicado en Diario Río Negro el 27 de marzo de 2010

jueves, 18 de febrero de 2010

La trampa de la vida cotidiana

Los hechos ocurren siempre en el marco de otros hechos, y este marco que se puede identificar como el contexto de los acontecimientos más destacados, en muchos casos pasa desapercibido, generalmente como consecuencia directa del hacer cotidiano.

El escenario en el que desarrollamos nuestra actividad cotidiana define un espacio social donde se entremezclan lo local con lo nacional, el quehacer nacional con el internacional, la esfera que nos contiene a cada habitante con la gran esfera globalizadora, superando cualquier división política posible, y llegando en muchos casos a un complejo estado de desorientación individual y social dentro del mismo escenario que construimos los seres humanos para uso propio.
Dentro de esta situación nos entremezclamos los actores sociales con el Estado, donde los roles que definen nuestra ubicación social y los niveles de responsabilidades se desfiguran, trocándose los valores que determinan nuestra identidad cultural y el sentido de pertenencia, e intercambiándose los roles que juegan en la especificación de los diferentes espacios de poder.
Como dijera, todo esto ocurre dentro del espacio que organizamos para satisfacer nuestras necesidades de habitar, trabajar, recrearnos y circular. Por supuesto, esto ocurre dentro de un tiempo, que como ya lo marcó Charles Eduard Jeanneret (Le Corbusier) en sus “Principios del Urbanismo – La Carta de Atenas”, queda definido bajo el concepto que expresa que “la journée solaire de 24 heures rythme l’activité des hommes”, interpretando su frase como que la jornada solar de 24 horas es la que marca el ritmo de la actividad del hombre. Este mismo ritmo es el que debería definir una correspondencia entre la jornada del hombre y los medios masivos de comunicación, que es decir entre lo cotidiano y el conjunto comunicacional que nos rodea cuando trabajamos, cuando circulamos, cuando estamos dentro de nuestro hogar, al recrearnos, y en todo momento, a pesar de que hoy ya no sea así. Ese ritmo cíclico tiende a desaparecer, provocando un desequilibrio en la labor, el trabajo, y las acciones del hombre.

La vida cotidiana

La vida cotidiana la vivimos constantemente a partir de nuestro accionar, determinando la posesión de un tiempo y un espacio de vida. En la actualidad este hacer casi no es cuestionado, sosteniéndose desde la reproducción monótona, desde lo que se considera evidente, desde el conjunto de ideas que la sociedad obtiene a partir de patrones culturales previamente establecidos, desde el hacer sin reflexionar, dejándose dirigir sin cuestionamientos, y llegando a una aceptación conformista de nuestra vida cotidiana en pos de poder concretar la labor que permita asegurar nuestra supervivencia individual.

A partir de las vivencias directas, y de las que reiteradamente tenemos frente a nosotros en la pantalla de un televisor, de una computadora, en la prensa escrita, o en el quehacer radiofónico, creemos construir una vida cotidiana que muchas veces no es cimentada por nosotros mismos, y mucho menos como defensa del propio desarrollo del ser humano.
Posiblemente esta situación sea la que nos lleve a tomar cada vez con mayor naturalidad la utilización que se hace de cada uno de nosotros por parte de quienes ostentan el poder económico mundial, ya sea como ser omnipresente y supranacional ejercido sobre nuestra nación y sus gobernantes, o a nivel individual y local, pretendiendo hacernos creer que esto no es así.

Lamentablemente nuestra vida cotidiana nos lleva a aceptar con normalidad la cantidad de robos y muertes que se producen a nuestro alrededor, la falta de trabajo, la deserción escolar, el analfabetismo, el crecimiento de la pobreza, que los planes de asistencia social se transformen en condicionantes políticos en lugar de asistir con dignidad, que la contaminación ambiental sea considerado un hecho intrascendente, o que las muertes evitables no se eviten.

Cada uno de estos enunciados tiene una enorme cantidad de ejemplos concretos. Muy cerca nuestro puede observarse como aceptamos que la ciudad de Neuquén arroje el 50% de sus deshechos al río sin tratamiento alguno, que las “tomas” sean la forma de resolver la necesidad de viviendas en el alto valle, que docentes o chacareros realicen “cortes” de rutas para reclamar un resarcimiento económico, que muchos niños, adolescentes, y jóvenes tengan como proyecto de vida poder lograr un “plan trabajar”, que los maestros tengan que preocuparse más por un comedor escolar que por la educación, que los hospitales tengan carencias básicas, que las toneladas de biocidas que se arrojan en el alto valle para resguardar la producción frutícola provoquen en la población trastornos en las vías respiratorias, dermatitis alérgicas, alteraciones en el sistema nervioso central, efectos adversos en las funciones cognitivas, en el desarrollo del recién nacido, etc. llegando a ser más importante un kilo de fruta que el resguardo de la vida humana. Se podría seguir ampliando la lista de ejemplos de hechos que asumimos cotidianamente como algo natural, como ha ocurrido con la pérdida del ritmo cíclico de las actividades del hombre, casi pareciéndonos a la industria de los criaderos de pollos, donde aplicando 24 horas de luz continua, se aceleran los tiempos para faenarlos. A veces siento que se intenta llevarnos a un “criadero global de seres humanos” cuyo único objetivo es buscar que seamos más productivos, y que al momento de nuestra muerte, simplemente podamos ser reemplazados instantáneamente por otro producto del criadero.

En síntesis, independientemente de cualquier ideología, filosofía, o religión, la vida cotidiana es la vida de cada persona, su existencia misma, es la historia individual de cada sujeto en un aquí y un ahora, la cual está inmersa en una determinación de pluralidades y generalidades que no son más que un producto del complejo sistema de relaciones interpersonales que se establecen a partir de la conformación de los distintos tipos de grupos en los que confluye, y a partir de las condicionantes económico-sociales en las cuales nos desenvolvemos cada persona. La vida cotidiana muestra un mundo subjetivo que el sujeto experimenta, y a la vez ese mundo también es intersubjetivo, social, compartido. Para cada uno de nosotros "mi mundo" es un mundo que vivo con otros. Los hechos se aceptan como parte de un todo conocido, y la repetición de lo que vemos y hacemos a diario, como algo normal que provoca en cada persona la sensación de que esa forma de conducirse es la lógica, impidiéndonos reflexionar sobre nuestras propias vidas y los cambios factibles.

Aunque estemos transitando un fuerte individualismo y desintegración global del ser humano, y más allá de lo que la mayoría del estrato dirigencial argentino pretenda hacernos creer para sostener su “estatus quo”, cada uno de nosotros tenemos el derecho y la capacidad potencial para observar y fijar los términos de nuestra propia vida cotidiana, lo que implica pensar un proyecto de vida que en lugar de satisfacer necesidades exógenas, satisfaga nuestras necesidades propias y las de la comunidad que integramos.
Rubén E. Cabo
Publicado el 17 de febrero de 2010 por el Diario Río Negro

martes, 26 de enero de 2010

El Espacio Público y la Escuela

Para no caer en un régimen arbitrario, autoritario, abusivo, o despótico, es necesaria la democracia política, es decir, poder elegir libremente a nuestros gobernantes en cada período determinado. Pero la mera existencia de esta democracia política no es suficiente, ya que toda decisión política siempre está condicionada, incluso determinada, por todo lo que ocurre en la sociedad, y de una forma o de otra, somos todos nosotros, como sujetos sociales, los que de diferentes maneras nos manifestamos siempre. Este libre disenso es el que consolida al sistema democrático, y son los espacios públicos de comunicación y urbano-ambientales los nos dan la oportunidad de exteriorizarlos. “Solamente allí donde el disenso es libre de manifestarse, el consenso es real y que, solamente allí donde el consenso es real, el sistema puede llamarse justamente democrático.” (Bobbio; 1.996)

Actualmente estos espacios están dominados por intereses sectoriales que responden a la franja dirigencial política, económica, gremial, deportiva, social, e inclusive religiosa. Muy probablemente este sea uno de los motivos por el cual las políticas de gobierno se transformen en más importantes que las políticas de Estado, satisfaciendo las exigencias de estos sectores y no las necesidades de la comunidad.

Sin dudas, el primer espacio social de participación está dado en la escuela, y especialmente en la escuela pública. Esta participación es fundamental para determinar una política de Estado educativa que trascienda las políticas de gobierno de cada período de gestión gubernamental. Mientras las gestiones de gobierno y sus políticas se desarrollan dentro de un período de tiempo acotado (lo que dure cada mandato) las políticas de Estado trascienden dichos tiempos con una proyección que debe ser fijada por la comunidad en su conjunto. Por ello es fundamental el aprendizaje democrático desde la escuela.
Freire se refiere a esta situación cuando expresa que “Es preciso y hasta urgente que la escuela se vaya transformando en un espacio acogedor y multiplicador de ciertos gustos democráticos como el de escuchar a los otros, ya no por puro favor sino por el deber de respetarlos, así como el de la tolerancia, el del acatamiento de las decisiones tomadas por la mayoría, en el cual no debe faltar sin embargo el derecho del divergente a expresar su contrariedad. El gusto por la pregunta, por la crítica, por el debate. El gusto del respeto hacia la cosa pública que entre nosotros es tratada como algo privado, que se desprecia.” (Freire, 1994)

Este primer espacio público de discusión debe basarse en una libertad de pensamiento y expresión que permita tener una mirada crítica del “mundo de vida” del que formamos parte. Daniel Prieto Castillo aborda esta temática a través del pensamiento de Celestine Freinet determinando como uno de los fundamentos para la existencia de una “escuela del pueblo en una sociedad popular” el criterio de que “La escuela moderna se inscribe en la transformación social, la pedagogía se une a la práctica social y a la política”

A partir de estos conceptos se consolida el pensamiento que define la relación entre los medios de comunicación y los educadores, y que expresa que “… la consciencia es necesaria para la libertad, y por lo tanto nuestro papel como educadores consiste en ayudar a los alumnos a ser conscientes de los mensajes de valores incluidos en los documentos de los medios. Si son capaces de expresar esos valores, entonces estarán en situación de emitir juicios con respecto a ellos. También podrán de manera consciente encuadrar una lectura crítica del documento…” (Shepherd, 1996).

El análisis crítico realizado por Jesús Martín Barbero observando que la escuela
“fabrica” un hombre-serie como resultado de que “la cultura escolar prolonga la cultura del silencio. Asfixiada o domesticada la palabra del pueblo, la palabra pública, sigue siendo marginal o es hecha funcional.” (Barbero, 2002) nos remite a un estado de alerta que, incorporando los conceptos sobre la generación del espacio ocupado y su transformación en “lugares”, pueden estar vacíos de sentido o no, adquiriendo trascendencia el método de la “palabra generadora” como una práctica de comunicación educativa. La educación como praxis conlleva a que “las palabras salidas del universo existencial del hombre vuelven a él transformadas en modo de acción sobre el mundo.” (Barbero, 2002), es decir que cada sujeto emerge a través del lenguaje cuando el propio sujeto concreta la acción. Así Freire vinculó el sentido de la comunicación a la generación de un lenguaje capaz de nombrar el mundo propio, por ende también capaz de cambiarlo en forma consciente.

Recordemos que los nuevos espacios públicos, monopolizados desde los medios de comunicación, responden a los intereses de pequeños sectores de poder más que a los intereses generales de la sociedad, y que si bien estos intereses sectoriales no son formadores de opinión, sí determinan la agenda pública formadora de opinión.

Uno de los tópicos importante a tener presente es el referido a la intervención de la sociedad en los espacios e instituciones públicas, su decadencia participativa, y el descreimiento general existente, por lo que pueden buscarse algunas respuestas a partir de reconocer la existencia de “no lugares” antropológicos como nuevos espacios de la sociedad actual.

Si bien la escuela es parte de un escenario social que permanentemente condiciona su existencia, es ella la que debe ser la principal generadora de cambio de dicho escenario, y que de hecho lo es, aunque no siempre en beneficio del bien común, del desarrollo humano, y del de sus potencialidades.

Nada es absoluto, por lo que nada puede ser absolutamente apocalíptico, pero debemos estar muy atentos ante la actual organización del espacio, la visión del espacio público como mercancía a ser ostentada, los estereotipos negativos a los que somos sometidos constantemente, y la función de una escuela pública como primer espacio público con el que los miembros de una comunidad toman contacto concientemente. Esta mirada crítica nos permite vislumbrar una génesis de la actual actitud social, que se encamina hacia una paulatina desvalorización y posterior pérdida del propio patrimonio cultural, individual y social de la comunidad. Consientes de ello, es que recién podemos generar otra historia donde los intereses comunes estén por sobre los sectoriales, y donde la vida del ser humano sea el valor más preciado.

Arq. Rubén Esteban Cabo / Publicado en Diario Río Negro del 18/01/10