Frente a esta realidad y ante el derecho que tenemos todos de cambiar nuestra forma de pensar, surge el interrogante por saber si esos cambios son el producto de un crecimiento por maduración del desarrollo humano, o son el producto de una simple conveniencia ocasional. A esta última “utilidad” se le suma el enigma por discernir si el mayor beneficio será obtenidopor la persona o por los partidos políticos, siendo esta segunda situación mucho más grave que la primera, ya que a lo largo de la historia las instituciones -partidos políticos- subsisten, mientras que las personas pasan.
Observando los resultados de diversas elecciones se puede interpretar que el electorado ya no está cautivo a partir de la defensa de valores partidarios. Por ejemplo, en una misma ciudad, a un mismo tiempo, y en una misma elección, se dan diferentes resultados de opciones partidarias entre los niveles local, provincial, y nacional.
A partir de ello, y al enfrentarse a esta situación, los dirigentes políticos buscan cautivar a los electores de muy diferentes formas, donde la mayoría de estas formas se basan en la generación de dependencias personales del elector, como lo pueden ser la entrega de becas o pensiones especiales, de “planes trabajar”, empleos estatales, bolsones de alimentos, promesas de viviendas, etc.
Los partidos políticos tomaron sentido a partir de la defensa de valores sociales, donde los sujetos que se identificaban con dichos valores los fueron transformando en principios identitarios del partido. Analizando y compartiendo conceptos de Antonio Gramsci, puede esquematizarse que para que un partido político históricamente exista deben darse tres elementos fundamentales. Un conjunto de hombres con capacidad de fidelidad y disciplina, un elemento cohesivo, centralizador y disciplinador, y un tercer elemento articulador entre ambos. Actualmente sobrevienen situaciones inversas a estos conceptos.
¿Los partidos políticos, pierden su identidad?
Hoy, una de las características de los partidos políticos es pretender dar respuesta a las exigencias de la sociedad como si fueran a satisfacer la demanda de un mercado al que hay que conquistar, y donde los principales requerimientos son generalizados y comunes al conjunto de la sociedad. Para satisfacer esa demanda, y como consecuencia directa, la mayoría de las “ofertas” que se producen también resultan generalizadas y comunes al conjunto de los partidos políticos. En sus plataformas y propuestas es muy difícil encontrar grandes diferencias, y menos aún elementos propios y característicos que distingan a unos de otros.
Otra de las características a tener en cuenta es el ejercicio de la actividad política como profesión, con sus ventajas y desventajas. En referencia a las ventajas subrayo la necesidad que surge por lograr una preparación personal superior, con mayores vínculos y conocimientos, y afines con la complejidad que denota la sociedad actual. Con respecto a las desventajas, destaco la imperiosa necesidad por mantener a toda costa la continuidad rentada del “trabajo de político”. Este requerimiento conlleva en forma implícita un pragmatismo y una búsqueda de alianzas que van más allá de los principios correspondientes al partido de pertenencia. Como expresa Isidoro Cheresky, “Los responsables políticos y las fracciones internas no parecen dispuestas a arriesgar sus chances de acceso al aparato del Estado en nombre de la diferenciación principista.” (El Proceso de Democratización / Instituto e Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales - UBA, 1991)
A partir de estos conceptos se observa que los partidos políticos, irremediablemente, se encaminan hacia un constante deterioro en sus valores identitarios. Pero también puede interpretarse que, más que una pérdida de identidad, estamos frente a una metamorfosis basada en un proceso de intercambio de identidades de los partidos políticos, donde se diluye la propia y se genera una nueva identidad común que responde básicamente a intereses económicos globalizados, y no a las necesidades propias de nuestra Nación.
Además, y ante las características de los nuevos movimientos sociales, sin duda alguna, los partidos políticos deben rever sus esquemas de funcionamiento, sus estructuras, incluso su cosmología política. Pero esta búsqueda no debería comprometer bajo ningún aspecto a los valores, principios, elementos propios y diferenciadores que hacen a sus identidades partidarias.
Por último, quiero resaltar que los cambios, tanto personales como sociales, son propios de todo conjunto humano. Somos entes dinámicos, cada sujeto y cada grupo social. Sin irrumpir en un análisis filosófico cultural, hay que recordar que a lo largo de la historia hemos conformado diversos tipos de sociedades.
Todo lo que acontece a lo largo de la historia no puede ser considerado como una simple evolución lineal. Hay elementos, experiencias de la cultura, que no son ni más ni menos que otros, solo son diferentes. A partir de ello, e interpretando conceptos de la Dra. en Filosofía María Susana Paponi en su cátedra de la Universidad Nacional del Comahue, se entiende que “existe una interrelación entre los campos del saber, los tipos de normativas, y los modos de subjetivación”. Dentro de los campos del saber encontramos el eje de la verdad definida en cada tiempo y espacio, dentro de los tipos de normativas se ubica el eje del poder, mientras que dentro de los modos de subjetivación ubicamos que tipo de sujeto es el resultante de estas interacciones. Estos campos permanentemente interrelacionados entre sí, conforman una espiral donde queda reflejada la dinámica de los cambios y las permanencias sociales.
Se puede aceptar que una experiencia se diferencia de otra cuando los rasgos propios de una práctica ya no pueden ser identificados en la otra. Dentro del análisis de las experiencias vividas por la humanidad, a partir del siglo XV y hasta el presente, pueden distinguirse tres tipologías de sociedades. En principio, desde el siglo XV al XVIII la que se identifica como la sociedad de soberanía. A continuación, y hasta inicios del siglo XX la sociedad disciplinaria, y actualmente la sociedad de control, aunque ya puede comenzar a verse la prospectiva de la misma.
Los cambios y las permanencias son fundamentales para garantizar la continuidad social del ser humano, siempre dentro de un sistema que garantice el respeto por sus valores, especialmente el de la vida y la libertad. Por ello creo esencial revalorizar permanentemente al sistema democrático como una forma de vida, mucho más allá de la simplista idea de considerarlo como una forma de gobierno.
Todas las correcciones necesarias, y surgidas a partir de la vida en democracia, deben ser resueltas pura y exclusivamente con una mayor y profunda vida en democracia, incluyendo especialmente a la democracia social.
Arq. Rubén Esteban Cabo / Publicado en Diario Río Negro - 05/02/09
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