“El Fantasma de la Destrucción”
Días atrás reflexionábamos sobre la existencia
misma de la historia individual de cada uno de nosotros en un aquí y un ahora, identificándola
como la vida cotidiana. Hoy quiero contarles sobre mi temor por la presencia
del “fantasma
de la destrucción”, siempre acechando nuestras vidas y buscando
sumarnos al daño que provoca.
Podemos creer que destruir algo es
simplemente reducirlo a pedazos, o a cenizas, u ocasionarle un grave daño. También
podemos imaginar que la destrucción implica entorpecer nuestros medios de vida
o privarnos de ellos. Pero además es interesante pensar si este fantasma
transforma nuestro trabajo en mercancía, haciéndonos creer que nuestros valores
responden a una escala basada en lo que tenemos y no en lo que somos como seres
humanos. Esta escala es la que nos arrastra a creer que la pobreza y las
desigualdades son algo natural, inevitables, casi necesarias para poder llegar
a estar mejor, y un grave problema es
que cuando caemos en sus redes ni nos damos cuenta de la destrucción a la que
estamos siendo sometidos, como personas y como comunidad.
El “fantasma de la destrucción” trata
de convencernos de que la justicia
social no tiene sentido, que la libertad económica nos permite tener más y que no
va de la mano con la igualdad, que nadie, y mucho menos un grupo o la sociedad
en su conjunto, es responsable de ser socialmente justo, de ayudar a los que
menos tienen, y de reparar las desigualdades.
El “fantasma de la destrucción” trata
de alimentar el individualismo y la falta de solidaridad, poniéndonos
permanentemente en la encrucijada por optar entre la libertad negativa y la
libertad positiva.

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